PAÍSES POBRES: UNA TRAGEDIA EN CAMINO

Los 28 países más pobres del mundo enfrentan crecientes problemas sociales, económicos y políticos debido a las crecientes deudas, la disminución de las perspectivas de desarrollo y una subinversión crónica, mientras los países más ricos eligen el camino exactamente opuesto, disminuyendo su ayuda y asistencia”.


La realidad es que la suerte de los países de menores ingresos importa poco o nada al mundo desarrollado. El producto bruto combinado de esos países son solo “una gota insignificante en el océano de la economía mundial”, pero en ellos viven 700 millones de personas, la mitad por debajo de la línea de pobreza extrema. Sin embargo, es un hecho conocido desde hace siglos que sus gobiernos gastan la mitad de sus recursos en fines bélicos mientras los presupuestos en ayuda a los más necesitados de entre sus poblaciones es insignificante. Los indicadores de desarrollo humano son la mitad de lo que eran en el año 2000. “Por ejemplo, la mortalidad maternal es un 25% más alta, el acceso a la electricidad cayó del 52% al 40%, la expectativa de vida es de solo 62 años, una de las más bajas en el mundo”.
 
Para colmo, la probabilidad de ayuda exterior a esos países disminuyó. Hoy los países más ricos están redirigiendo los fondos de ayuda exterior a los inmigrantes que llegan a sus costas, mientras los ingresos de los pueblos de los países pobres es todavía menor que antes de la pandemia. La disminución de la ayuda exterior que reciben estos últimos es compensada por deudas externas crecientes. “El porcentaje de la deuda de esos países respecto de su producto bruto subió del 36% en el 2011 al 67% es año último, el más alto desde el 2005”. Mientras los países ricos se muestran generosos con sus refugiados, poco y nada están haciendo para subsanar la miseria en los países de los que esos inmigrantes salen.
 
Algunas soluciones propuestas por los articulistas incluyen, por ejemplo, el aumento de los recursos disponibles a los bancos de desarrollo para que puedan aumentar las concesiones a los países pobres. “Los países europeos que se esfuerzan por administrar los flujos inmigratorios deberían saber que ellos mismos se beneficiarían apoyando el desarrollo de países pobres como Nigeria”, dice el artículo. Y la conocida crítica de la baja eficiencia en el uso de la ayuda exterior en los países receptores podría mejorarse con una mejor coordinación entre los donantes y el desarrollo de instituciones locales competentes en la selección, manejo y monitoreo de los proyectos emprendidos. Y el artículo menciona que las instituciones financieras internacionales deberían concentrarse en financiar los sectores de finanzas privadas en proyectos que prometan beneficios tanto del desarrollo como utilidades.
 
Otro aspecto recomendado por el artículo es la aceleración en la estructuración de la deuda, usualmente lenta y burocrática en exceso, y que obstaculiza la oferta de fianciamiento privado tan necesario para crear empleo y mejorar el bienestar que haría al planeta más habitable, por ejemplo en proyectos de mejora climática y aprovechamiento de recursos.
 
Por último, una recomendación de los articulistas radica en la mejora de las estructuras institucionales de los países pobres, la creación de capital humano, la disminución de los obstáculos a las inversiones privadas, y la capacitación en tecnología digital, todo lo cual promocionaría el crecimiento de largo plazo y las perspectivas de crecimiento.
 
Concluye el artículo diciendo que ignorar las angustias de las poblaciones de los países más pobres fomentará sus expectativas de escapar de la miseria doméstica arriesgando todo por encontrar refugio en el extranjero. Esta desesperación es contagiosa y “supera los límites nacionales con consecuencias globales impredecibles”.


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