EL SILENCIO DEL MAR Y LA VIDA
En un reciente artículo (*) se discute la relación entre el ruido antropogénico en los mares y las condiciones de vida en los océanos.
La cantidad de ruido que produce el hombre en el mar está acelerándose,
llegando a niveles que afectan, en algunos casos muy seriamente, el comportamiento
y la supervivencia de especies marinas.
La brusca disminución de la actividad naviera durante la
pandemia permitió observar la diferencia de comportamiento y los aspectos
reproductivos de ballenas, orcas y delfines, entre otras especies, según la red
global de investigadores de la acústica oceánica.
“Bajo circunstancias
normales, los humanos generan un nivel excepcional de ruido en el mar – desde la
vibración de las hélices de navíos gigantescos a la vibración de las
perforaciones petroleras. Estos ruidos pueden ensordecer la orquestra oceánica
natural, amenazando a los animales que dependen de los sondios para aparearse y
sobrevivir”.
Para colmo, ahora el cambio climático está modificando la
química submarina, aumentando la acidez del agua que, entre otras formas de
daño a la naturaleza oceánica, amplifica el ruido submarino - uno de los sentidos
más importantes de esas especies, usado para comunicarse, aparearse, socializar
y navegar.
Igual que los humanos, los animales silvestres pueden
estresarse cuando son sometidos a ruido excesivo, habiéndose detectado una
disminución de las hormonas relacionadas al estress en los momentos de calma
marina, sugiriendo una relación potencial entre el ruido y el estado emocional
de los animales submarinos.
Pero acallar la cacofonía en los océanos no es tan fácil. Una
de las posibilidades es disminuir la velocidad de los navíos. Las
organizaciones que se ocupan del entorno y la vida marina están logrando
algunas regulaciones limitantes de la velocidad de crucero, principalmente en
los corredores más activos del transporte marino como, por ejemplo las zonas
cercanas a las costas de California.
Otro método más que significativo sería evitar la actividad
minera submarina y limitar las instalaciones eólicas en las pocas zonas de
silencio marino que aún quedan. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo.
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