PRODUCCIÓN, ECOLOGÍA Y GUERRA
GUERRA Y
SUPERPRODUCCIÓN EN EL MUNDO, por el Ing. Jorge Casale, Editor de
www.allorganics21.blogspot.com (English version below: WAR AND THE WORLD’S OVERPRODUCTION)
Periódicamente el mundo consume los surplus de producción con una
guerra. Hay alguna otra manera de limitar esos sobrantes que no sea con una
guerra?
Aunque dañe nuestra sensibilidad, la guerra tiene sus
funciones positivas y, si queremos buscar una forma de evitarla, es mejor que las
miremos de frente y veamos cómo podemos obtener esas funciones sin acudir a la
guerra.
La primera y más obvia función de la guerra es la función
militar propiamente dicha para la defensa del territorio y del ser nacional y
no necesita aclaraciones. Debemos defendernos de amenazas militares externas y
por ende no podemos deshacernos de los ejércitos a menos que encontremos otra
forma de disuadir esas amenazas. O nos ponemos de acuerdo para evitar
conflictos, una proposición muy altruista pero que la realidad se ha encargado
de cuestionar desde que el mundo es mundo y que la humanidad es la humanidad, o
mantenemos nuestros ejércitos activos.
Otra función de la guerra tiene que ver con los aspectos
socio-económicos de la industria bélica y los armamentos. La historia demuestra
que las guerras, al requerir la producción inmediata de armamentos y otros equipos
en grandes cantidades, han producido aumentos del PBI y del nivel de empleo de
los países en conflicto.
Otro aspecto de esta función socio-económica de la guerra es
la de destruir masivamente los surplus económicos en el mundo productivo.
Porque la realidad es que producimos cada vez más y cada vez más barato. Si no
destruimos lo que producimos, a quién se lo vendemos? Porque la realidad es que
el tan criticado consumismo tiene un límite. Aunque echáramos mano a la utopía
de tratar de eliminar la pobreza del mundo y regalar lo que se produce de más
va a llegar un momento en que no podremos deshacernos de lo que producimos ni
aun regalándolo. Nadie puede comer dos almuerzos al mismo tiempo o dormir en
más de una cama al mismo tiempo.
Entonces o disminuimos la velocidad de lo que producimos o
nos inventamos otros enemigos para iniciar una guerra que se encargue de la
destrucción de los sobrantes. Si lo que queremos es intentar eliminar las
guerras no nos queda otro recurso que ralentizar las producciones.
Pero hay un problema: hasta ahora no hemos sido capaces de
desarrollar un sistema económico productivo más eficiente que el capitalismo
por más que esto hiera a algunas sensibilidades. El funcionamiento del
capitalismo depende de las tensiones y los equilibrios de los mercados, por más
que los critiquemos. No todos somos la
Madre Teresa y aún las primeras comunidades cristianas con todo su idealismo
religioso fracasaron rápidamente en el mantenimiento de sus principios altruistas.
Lo producido tiene un valor y un costo y es inútil pretender que quien lo
produce quiera regalarlo ya que a todos nos parece justo que cada cual obtenga
un beneficio de su trabajo. La suma de todos esos beneficios es el PBI del
país, y es lógico tratar de que crezca lo más rápido posible.
Entonces nos enfrentamos a la paradoja de que la misma
eficiencia del sistema productivo conduce a la necesidad de consumir lo que
sobra o de producir menos. Cuanto más producimos más barato resulta y, por
ende, más crece la oferta. Y la balanza exige que crezca la demanda para
consumir el exceso de oferta. A menos que consumamos la oferta por medio de un
factor externo independiente del mercado – la guerra – o que el costo de
producción suba, lo que haría bajar la demanda.
La realidad es que el costo de producción es hoy muy bajo. Y
esto es así, en buena medida porque en los balances de las empresas no se
incluyen los costos de factores externos que creemos gratuitos e inacabables
pero que no lo son. Me refiero a cosas como el aire, el agua, el mantenimiento
del ambiente, el calentamiento global con sus efectos, los daños provocados por
la explotación de recursos naturales, minería, fracking, polución de cursos de
agua y océanos por exceso de fertilizantes, smog, enfermedades derivadas de
fumigaciones agrícolas, de la polución industrial y de la combustión,
perjuicios a la biodiversidad, y tantas otras cosas que el actual Presidente de
los EEUU o niega o por lo menos las considera de valor menos importante frente a la necesidad de “hacer de nuevo a
América fuerte” por medio de un decidido impulso a la industria, la
productividad y el balance positivo de la relación entre oferta y demanda. Cómo
piensa el Sr. Trump evitar dentro del período de su gobierno el surplus de
producción o consumirlo sin necesidad de otra guerra? Y cómo piensa hacer para
que al fin de ese período el costo de recomponer los medios no renovables que
hoy consideramos gratuitos e inacabables no se haga catastrófico aún cuando
“América sea otra vez fuerte” – cosa que todos deseamos íntimamente para
beneficio del mundo – o que sea tan alto que resulte insostenible tanto para
“América” como para el resto del planeta? No sería más sensato cuidar desde ya el
ambiente produciendo mejor aunque resulte más caro y así controlar los surplus
de producción sin la necesidad de otra guerra?
El autor reconoce que muchos de los conceptos aquí vertidos rompen
brutalmente con slogans enraizados profundamente como verdades
incontrovertibles en muchos corazones.
Pero cree también que aún a riesgo de herir sensibilidades es hora de mirar de
frente a la realidad.
Buenos Aires, 17 de Febrero de 2017.
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WAR AND THE WORLD’S OVERPRODUCTION. BY Jorge Casale, Editor OF
www.allorganics21.blogspot.com
Periodically the world
consumes its surplus production by means of a war. Is there any other way of limitting those
surplusses without resorting to war?
At risk of
hurting our sensibility we must recognize that war has its positive functions.
If we want to look for ways to avoid war we should look them in the eye trying
to find ways of having the benefit of those functions without resorting to war.
The first
and most obvious function of war is the military function itself, needed for
the defense of the territory and of the national sense, and it does not need
further explanations. We must defend ourselves from external military threats
and therefore we cannot do away with armies, unless we find other way to
understand each other discouraging those threats. We must agree on how to avoid
conflict – a very altruist proposition but one that reality dispelled from the
very beginning of the world and humanity.
Other
function of war relates to the socio-economic aspects of the war industry. It
is well known that wars, requiring the immediate production of weapons and
other equipment in large quantities, leads to an increase in the GNP (Gross
National Product) and employment in the countries in conflict.
Other
aspect of this socio-economic function of war is the massive destruction of the production surpluses. It is true that
we produce more and cheaper and if we do not destroy what we produce, to whom
are we going to sell them? The truth is that even the very critisized consumism
has its limits, and even if we resort to the utopia of erasing world poverty we
will still not be able to do away with all what we produce. We cannot eat two
lunches at the same time or sleep in two beds at the same time.
Thus,
either we reduce the rate at which we produce or we invent other enemies in
order to begin a war to destroy surpluses. But if what we want is to erase war
from the face of the Earth we have no other recourse than curbing productions
in some way.
But here we
bump into a problem: no matter how hard this may hurt our sensitivity up to now
we have not been able to conceive an economic system more efficient than
capitalism. We like it or not, the functioning of capitalism depends on
markets’ tensions and equilibrium. After all, we are not Mother Theresa, and
even the first Christian communities with all their idealism failed quite soon
in keepeing their altruistic principles. Produced goods have their intrinsic
value and cost, and we consider fair that each one obtain a benefit from his work. The sum total of those benefits
constitues the country’s GNP, and it is reasonable that it should be grown as
fast as possible.
Therefore,
we face the paradox that it is the very efficiency of the productive system the
thing that leads to the need that either we consume what’s overproduced, or we
should produce less. The more we produce the cheaper it becomes and, therefore,
supply grows. The balance then requires consumption of the oversupply. Unless we do away the oversupply by means of
an external factor independent of the market – war – or we increase production
costs that will raise prices and curb demand.
The truth
is that production costs today are very low. And this is, to a large extent,
due to the fact that corporations do not enter in their balance sheets the cost
of external factors that are still considered free and inexhaustible. Things
such as water, air, environment, global warming with its effects, damages to
nature incurred by the excessive exploit of natural resources, mining,
fracking, pollution of streams and oceans for excessive use of fertilizers,
smog, health problems from agricultural sprays, industrial pollution,
combustion, damage of biodiversity, and so many other things that the present President
of the USA either denies or undervalue facing the need of “Making America Great Again” through a strong impulse
to industry, productivity and a positive balance of supply and demand. How does
Mr. Trump plan to avoid production surpluses during his term of government or to
consume them without the need of another war? And at the end of his term how
does he plan to make the recomposing of the non renewable resources presently
considered free and inexhaustible, without catastrophic costs even with an
“America Great” – something we all wish – or that the cost would be so high and
unsustainable both for “America” and the rest of the planet? Wouldn’t it be
more sensible to care for the environment producing in a better way even if it
results more expensive that at the same time may serve to limit surpluses without
resorting to war?
The autor recognizes that many of the concepts here exposed
brutally break with slogans deeply engrained as undisputed truths in many
hearts. But he also believes that even at the risk of hurting sensibilities it
is high time to look reality in its face.
Buenos Aires, 17 de Febrero de 2017.
www.allorganics21.blogspot.com
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