ENERGÍA VS. SUPERVIVENCIA
No es una novedad que el mundo consume cada vez más energía y que hasta ahora el balance entre energías renovables y no renovables es francamente deficitario. Por lo tanto, seguimos emitiendo cada vez más gases invernadero y agravando el problema del cambio climático. La ciencia ha advertido que a menos que logremos un aumento de temperatura no mayor de 1,5ºC para el 2050, el cambio climático seguirá produciendo una gran cantidad de efectos adversos a la vida en este planeta.
La ciencia y la
técnica crean nuevos métodos para desarrollar energías limpias, pero su
creación se encuentra limitada por fronteras físicas y económicas. No vamos a
tratar aquí las fronteras económicas de esos desarrollos, pero sí alguna de las
físicas que pueden llevar a serios conflictos por la supervivencia de las
sociedades humanas establecidas. Por ejemplo, el establecimiento de fronteras
entre la generación de energía limpia y el uso de elementos naturales – agua,
aire, ambiente – necesarios para generarlas y para la vida en la región.
Ejemplo
práctico de ello es el problema entre generación de hidrógeno verde –
combustible nulo en emisiones – y el uso del agua en el estado de Texas en los
EEUU, bien absolutamente limitado en ese territorio. Una productora de amoníaco
(materia prima para la generación de energía limpia) en base a hidrógeno que adquirió
el uso del abastecimiento de los últimos volúmenes de agua del Rio Nueces, al
sur del estado de Texas. Esto está preocupado seriamente a la población, que ya
ha estado sujeta a restricciones en el uso del agua durante 600 días, por la
disminución del nivel de los reservorios, agravada por la persistente sequía. Entonces,
cuál es la prioridad: producir energía limpia o dar de beber a los “sedientos”?
Las autoridades
de la región se ven ante la alternativa de incentivar el aprovechamiento del
agua disponible, incluso instalando una planta de ósmosis inversa para
desalinizar aguas disponibles. Pero este - y otros recursos para obtener más agua
potable -, son costosos, por lo que el consumidor tendrá que pagar más por el
m3 de agua consumida. Y aquí se presenta otra alternativa: será el consumidor el que tendría que pagar más por
el agua, o la industria que usa esa agua para producir un combustible limpio.
Porque el mundo está acostumbrado a considerar que tanto el agua como el aire y
otros recursos naturales son gratuitos e inacabables. Lo que no es cierto, y su
costo, sea el que sea, debería entrar en los balances de los usuarios,
especialmente empresas o actividades que operan con fines de lucro.
El extenso
artículo que comentamos también hace una consideración sistemática de la
producción y uso de esos dos combustibles verdes, el hidrógeno y el amoníaco, y
los pro y contras que esta solución ecológica presenta.
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