LATINOAMERICA: POLÍTICA AMBIENTAL Y DEFORESTACIÓN
RADAR
LATINOAMERICANO: POLÍTICA AMBIENTAL Y DEFORESTACIÓN (de un artículo por Carla
Almeida, en SciDev.Net [info@scidev.net]; Feb. 21, 2013).
En el área
ambiental no hay diálogo entre la sociedad civil, la comunidad científica, el
gobierno y el Parlamento, dice Carla Almeida (*)
En un año marcado por las malas noticias en el área ambiental —la
aceleración del derretimiento de los casquetes de hielo polares, la pérdida de biodiversidad,
el fracaso de la negociación de los acuerdos climáticos, entre otras—, la
divulgación de datos que muestran una reducción significativa de la
deforestación en la Amazonía, uno de los biomas más importantes del planeta,
llegó como un respiro al final de 2012.
La
meta voluntaria de Brasil, que tiene a la deforestación como el principal
factor de emisión, es reducir la expansión anual de la zona de tala ilegal en
la Amazonía a 3.900 km2 en 2020. Con el nuevo índice estaría
faltando apenas una reducción de cuatro por ciento para que el país alcance la
meta. Pero los sistemas de alerta mensuales de deforestación de la Amazonía ya
indican un disparado aumento en la región en los últimos cinco meses de 2012.
¿Por qué la preocupación cada vez mayor en Brasil y otros países de
América Latina por el ambiente —expresada en nuevas políticas ambientales y en
la creciente concientización social— todavía no se traduce en respuestas
positivas y duraderas para el sector?
Al mismo tiempo que Brasil construye una imagen global de país
fuertemente involucrado en la discusión ambiental, internamente estimula la
exploración de petróleo, promueve el retorno a la minería —incluso en la
Amazonía—, recurre a las termoeléctricas y aprueba legislación que flexibiliza
las leyes ambientales estrictas. De estas medidas vale destacar el nuevo
código forestal, promulgado por la Presidenta Dilma Rousseff en octubre de
2012, después de 13 años de debate en el Congreso y tres años de intensas
disputas entre los ambientalistas, los ruralistas y el gobierno.
La ley, cuya versión anterior era de 1965, reglamenta el uso de la
tierra y establece dónde debe mantenerse la vegetación nativa. Por la presión
de los ruralistas —grupo que tiene gran poder político en Brasil —, eso se
modificó. La nueva ley, redactada por los principales interesados en el
agronegocio, sin participación de la comunidad científica ni de la sociedad
civil, reduce la fracción de vegetación nativa a ser preservada en propiedades
rurales, dejando de lado la vegetación alrededor de los cursos de agua
intermitentes y cambia el pago de multas derivadas de la recuperación de áreas
degradadas.
Brasil no es el único país latinoamericano que presenta novedades en la
legislación ambiental. En Bolivia, de acuerdo con la nueva
Ley de Apoyo a la Producción de Alimentos y Restitución de Bosques para
reducir las multas y evitar que sus tierras sean confiscadas por el Estado, los
productores que deforestaron ilegalmente antes de 2011 tendrán que reforestar
durante cinco años las áreas taladas y/o producir alimentos que proveerán al
mercado interno por el mismo período. Con esto se pretende aumentar hasta en 20
por ciento la tímida producción de alimentos del país, sin sacrificar el
ambiente. Pero hay quienes ponen en duda la eficacia de las nuevas
medidas, en un país marcado por índices crecientes de deforestación, poca
fiscalización y fuerte lobby de la agroindustria.
Los casos de Brasil y Bolivia ayudan a explicar el modesto impacto de
las políticas
ambientales y de la concientización social para las cuestiones del sector
en América Latina.
No faltan en los países latinoamericanos los marcos legales, los
programas gubernamentales ni las políticas públicas para proteger el ambiente.
Lo que falta son recursos, infraestructura y, sobre todo, voluntad política
para implementar correctamente estas directrices, fiscalizarlas y garantizar su
adecuada ejecución.
Nadie niega que los países necesitan aumentar su producción
agropecuaria, ya sea para alimentar a su población o incrementar su balanza
comercial, pero asociar ese aumento a una mayor deforestación es la peor
opción.
Para preservar realmente el ambiente será preciso aprender a conciliar la creciente demanda por alimentos y los intereses relacionados con el agronegocio en América Latina, las necesidades globales de mantenimiento de la biodiversidad y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Para preservar realmente el ambiente será preciso aprender a conciliar la creciente demanda por alimentos y los intereses relacionados con el agronegocio en América Latina, las necesidades globales de mantenimiento de la biodiversidad y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
(*) Carla Almeida es periodista científica brasileña editora de Ciência Hoje en
línea, un
sitio web de comunicación de la ciencia.
Comentarios
Publicar un comentario