CAMBIO CLIMÁTICO: UN MODELO POSIBLE

Sabemos que si queremos evitar las consecuencias más graves del cambio climático debemos limitar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5ºC para el año 2.100. Esas posibles consecuencias incluyen la desaparición de los corales, la disminución de la capa protectora de hielos en el Ártico, la desestabilización de la Antártida y Groenlandia, el aumento de los niveles oceánicos que amenazan a los habitantes de ciertas pequeñas islas-naciones – y como hemos visto en una de las últimas menciones en este blog – de territorios costeros de naciones no tan pequeñas, como la costa atlántica de los EEUU.


En el artículo de The Washington Post que hoy comentamos se presentan las conclusiones del estudio de 1.200 diferentes escenarios del cambio climático en próximo siglo, en base a modelos de los principales científicos mundiales del clima, considerados en un informe clave del 2022 del Panel Intergubernamental de las N.U. sobre Cambio Climático (IUPCC). Juntamente con expertos del Instituto de Investigaciones del Impacto Climático de Postdam (Alemania) se exploraron posibilidades de cómo influenciarán factores tales como la rapidez de desarrollo de las energías limpias o el secuestro los gases invernadero de la atmósfera en la temperatura global.

Los resultados muestran un mundo en lenta pero inexorable aproximación a un cambio climático catastrófico, y qué es necesario – y todavía posible - hacer para evitarlo.

En primer lugar se concibieron 112 caminos que podrían llevarnos al objetivo de 1,5ºC para el 2.100. Todos ellos, sin embargo, implican largos períodos en los que, aun manteniéndonos en una tendencia positiva, los aumentos transitorios de temperatura pueden conducir a situaciones de puntos de “no retorno” climático del mundo.

Por lo tanto, limitándose a 26 de esos 112 escenarios en los que se acepten los aumentos transitorios de temperatura, ellos no resultaran demasiado amplios. Para ello se hará imprescindible que se alcance para la mitad del siglo el gol de “net cero” (o “net negativo”) de emisiones provenientes del uso de los combustibles fósiles. Para esto será necesaria la rápida adopción de la tecnología de remoción y secuestro del CO2 de la atmósfera, u otros esfuerzos adicionales de captación y secuestro del carbono. Pero, qué factible es que se alcance la necesaria velocidad de desarrollo de esas tecnologías? Dada esta condición, por el momento solo cinco – o más probablemente cuatro - de esos 26 escenarios parecen plausibles.

Pero para hacer posibles esas pocas rutas hacia el cumplimiento de los objetivos para la mitad del siglo será necesario la casi total eliminación del uso de los combustibles fósiles y, por lo tanto, una electrificación masiva de los sistemas energéticos del mundo, incluyendo vehículos eléctricos, una disminución de la cantidad de CO2 producido por unidad de energía, o el uso de hidrógeno o biocombustibles como fuentes de energía.

Todas estas posibilidades son difíciles de alcanzar en el tiempo necesario.

Si, en cambio, nos permitiéramos un mayor margen de libertad en el aumento de temperatura, por ejemplo, 1,6ºC o 1,8 ºC para el 2100, las amplitudes de los tiempos necesarios para alcanzar las tecnologías de reducción o captura de emisiones podrían ser mayores y más alcanzables. Pero, entonces, deberíamos permitirnos afrontar un mayor número e intensidad de las probables consecuencias climáticas graves de esos aumentos de temperatura global.

Por supuesto, los autores aclaran que estamos manejando modelos teóricos, con una enorme cantidad de supuestos que pueden o no ser exactos o reales. Por lo tanto algunos pueden considerar que las conclusiones de este estudio son extremadamente negativas. Otros, en cambio, las pueden estimar sobre optimistas.

Sin embargo, más allá de las conclusiones, queda como muy positivo el minucioso estudio de los distintos desafíos y probabilidades de las tecnologías involucradas en cada modelo. Y, por encima de todo ello, queda más que clara la necesidad de que la humanidad modere sus apetencias y ponga límites al uso – y desperdicio – de energía que el nivel de vida actual parece exigirnos.



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