LA AGRCULTURA Y LA SUPERVIVENCIA DEL PLANETA
Un reciente editorial por Bill Wirtz en The Press (1), presenta una buena oportunidad para discutir muy difundidos conceptos sobre la realidad (según la ve ese autor) de la agricultura sustentable, en general, y la orgánica en particular, en especial la Europea, criticando acerbamente los cambios en la norma agrícola que se están discutiendo en la Comisión Europea.
Comienza haciéndose eco de las severas protestas de los pequeños países de Europa del Norte (Holanda, Dinamarca, Irlanda y partes de Bélgica) respecto del propósito de limitar el número de animales de las razas mayores en las granjas, a fin de intenta alcanzar el objetivo de la UE de disminuir en un 50% las emisiones de óxido de nitrógeno y metano para el año 2030. Gases que se desprenden del metabolismo de esos animales, en particular de sus deposiciones.
Obviamente, esos objetivos ambientales de la UE son ciertamente loables, pero no están libres de repercusiones negativas en el sector agrícola, particularmente el ganadero. Y, en esos bucólicos países, entre esas repercusiones negativas también se encuentra la tradicional industria de los quesos Edam y Gouda. No hay dudas, preocupaciones muy dignas de tener en cuenta.
Pero el aspecto más crítico que para los agricultores tiene el intento de la Comisión de la Unión Europea de cumplir con la estrategia conocida como “Farm-to-Fork” (De la Granja a la Mesa), es la reducción significativa del uso de fertilizantes e insecticidas sintéticos. Aquí es donde el editorialista se hace eco de la férrea oposición a la agricultura orgánica con ciertas consideraciones muy discutidas, pero posiblemente alimentadas en mayor o menor grado por los productores de esos productos sintéticos y fogoneada por la industria de los combustibles fósiles que proveen de algunos de los insumos materia prima y la energía necesaria para su síntesis y actividades colaterales.
Fuente: “Dutch farmer protests give cautionary tale to the U.S”, The Press, Bill Wirtz (Bill Wirtz es el analista principal de políticas en el Centro de Elección del Consumidor, y se enfoca en nuevas regulaciones de tecnología, agricultura, comercio y estilo de vida. Recientemente publicó "No copiar y pegar: Qué no emular de la regulación agrícola europea") http://presspublications.com
Comienza haciéndose eco de las severas protestas de los pequeños países de Europa del Norte (Holanda, Dinamarca, Irlanda y partes de Bélgica) respecto del propósito de limitar el número de animales de las razas mayores en las granjas, a fin de intenta alcanzar el objetivo de la UE de disminuir en un 50% las emisiones de óxido de nitrógeno y metano para el año 2030. Gases que se desprenden del metabolismo de esos animales, en particular de sus deposiciones.
Obviamente, esos objetivos ambientales de la UE son ciertamente loables, pero no están libres de repercusiones negativas en el sector agrícola, particularmente el ganadero. Y, en esos bucólicos países, entre esas repercusiones negativas también se encuentra la tradicional industria de los quesos Edam y Gouda. No hay dudas, preocupaciones muy dignas de tener en cuenta.
Pero el aspecto más crítico que para los agricultores tiene el intento de la Comisión de la Unión Europea de cumplir con la estrategia conocida como “Farm-to-Fork” (De la Granja a la Mesa), es la reducción significativa del uso de fertilizantes e insecticidas sintéticos. Aquí es donde el editorialista se hace eco de la férrea oposición a la agricultura orgánica con ciertas consideraciones muy discutidas, pero posiblemente alimentadas en mayor o menor grado por los productores de esos productos sintéticos y fogoneada por la industria de los combustibles fósiles que proveen de algunos de los insumos materia prima y la energía necesaria para su síntesis y actividades colaterales.
Por ejemplo, se citan estudios de evaluación de impacto ambiental de la agricultura orgánica llevados a cabo por el USDA que llevarían a un aumento del costo de los precios agrícolas de entre el 20 y el 53 por ciento, y por lo tanto, de los alimentos. El editorialista dice textualmente “la visión, utópica y distorsionada de los ambientalistas acerca de la agricultura choca frontalmente con las necesidades de los consumidores”. Menciona la realidad más o menos probada de que las emisiones de CO2 aumentarán en hasta un 70% si se adoptan los métodos de la agricultura orgánica por la simple razón de que ésta necesita más superficie para una misma producción, lo que “hace que los alimentos orgánicos sean no solo peores para el ambiente sino más costosos para el consumidor”.
Aquí es cuando quien escribe este comentario choca frontalmente con el editorialista. No tanto por la veracidad y exactitud, o no, de las cifras mencionadas y que ya han sido propuestas y ampliamente difundidas y discutidas por los detractores y defensores de la agricultura orgánica, sino por el concepto fundamental de que se trata de los intereses de los consumidores y el consumismo frente a la amenaza más o menos respaldada o cuestionada de la gravedad del peligro climático. Este mismo choque es el que ocurre cuando se trata no ya de la agricultura sino de la industria y la economía global en general.
Hasta ahora el mundo sacrificó el medio en el que la civilización ha venido desarrollándose con el único fin de alcanzar una economía de escala cada vez mayor. Después de todo el medio ambiente está ahí para ser usado gratuitamente. El aire, el agua, la tierra y, “más bucólicamente”, la biodiversidad, tienen valor cero en los balances de utilidades. Después de todo, estas son el objetivo último de toda actividad humana, se trate de una mega industria o de un pequeño chacarero. O aun de un individuo, como quien esto escribe, ya que la vida es un balance del cual legítimamente todos queremos obtener la mayor “utilidad” posible.
Aquí es cuando quien escribe este comentario choca frontalmente con el editorialista. No tanto por la veracidad y exactitud, o no, de las cifras mencionadas y que ya han sido propuestas y ampliamente difundidas y discutidas por los detractores y defensores de la agricultura orgánica, sino por el concepto fundamental de que se trata de los intereses de los consumidores y el consumismo frente a la amenaza más o menos respaldada o cuestionada de la gravedad del peligro climático. Este mismo choque es el que ocurre cuando se trata no ya de la agricultura sino de la industria y la economía global en general.
Hasta ahora el mundo sacrificó el medio en el que la civilización ha venido desarrollándose con el único fin de alcanzar una economía de escala cada vez mayor. Después de todo el medio ambiente está ahí para ser usado gratuitamente. El aire, el agua, la tierra y, “más bucólicamente”, la biodiversidad, tienen valor cero en los balances de utilidades. Después de todo, estas son el objetivo último de toda actividad humana, se trate de una mega industria o de un pequeño chacarero. O aun de un individuo, como quien esto escribe, ya que la vida es un balance del cual legítimamente todos queremos obtener la mayor “utilidad” posible.
Pero, ciertamente, con un límite; estamos sujetos a todas las pulsiones animales, pero encuadradas por un marco moral. No podemos ignorarlo so pena de amenazar la supervivencia de las generaciones futuras. Podríamos discutir si esa amenaza es mayor o menor, o aún si ella existe. Pero el principio de alcanzar economías de escala a cualquier costo, ciertamente, no es aceptable.
Fuente: “Dutch farmer protests give cautionary tale to the U.S”, The Press, Bill Wirtz (Bill Wirtz es el analista principal de políticas en el Centro de Elección del Consumidor, y se enfoca en nuevas regulaciones de tecnología, agricultura, comercio y estilo de vida. Recientemente publicó "No copiar y pegar: Qué no emular de la regulación agrícola europea") http://presspublications.com
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