FUMIGAR AL CAMPO O A LA GENTE?
FUMIGACIONES:
LA POLÉMICA DE LOS RADIOS DE EXCLUSIÓN - Ing. Jorge Casale,
Editor del www.allorganics21.blogspot.com
; Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO) y Miembro del Comité
de Requisitos de Normas Orgánicas de IFOAM. Octubre 17, 2013.
ENGLISH VERSION BELOW
Recientemente se
han incrementado las controversias sobre las fumigaciones llevadas a cabo
cercanas a poblaciones rurales. En distintos municipios del país se han
propuesto – y en algunos casos, establecido – zonas de exclusión en las que las
fumigaciones están prohibidas a fin de preservar la salud de la población. En
general esas zonas de exclusión se han fijado en forma arbitraria e inamovible,
de acuerdo a los respectivos criterios de los funcionarios, en discusión con
otras partes interesadas, ya sea de la industria o de la población. Estas zonas
de exclusión varían entre 25 y 2000 metros de las áreas pobladas, también
dependiendo de si se trata de fumigaciones aéreas o terrestres.
El tema tiene
una larga historia de desencuentros entre intereses contrapuestos. Obviamente
se trata de hacer un balance entre los costos económicos de someter superficies
de tierras a limitaciones, por una parte, y la protección de la población por
la otra. Puede hacerse un cálculo de cuántas hectáreas quedarían “privadas del
uso de agroquímicos” cada 100 metros de extensión del radio de protección.
Desde luego, depende del perímetro de la población a proteger, pero si
consideramos una pequeña población de unas 100 manzanas, y si extendemos 100
metros el radio del área no fumigable tendríamos, aproximadamente, unas 390
hectáreas de tierra “privadas de uso de agroquímicos”. Si, en cambio, el área
de exclusión la llevamos a 2.000 metros de ese mismo pueblo, la superficie
privada de fumigación será de unas 2.000 has. El perjuicio económico de esa
prohibición es enorme y, como es natural, los ruralistas se oponen
terminantemente a aceptarlo. Es lógico que cada uno defendamos nuestros
intereses. Pero es la moral y la responsabilidad de cada uno la que debe
prevalecer al momento de discutir y
llegar a un acuerdo en estos conflictos. Obviamente, limitar a 200
metros de exclusión para la fumigación aérea en zonas ventosas es claramente
insuficiente. Pero llevarla a 2000 metros sería económicamente impracticable.
Dejando
aparte nuestros principios orgánicos que postulamos pero que, obviamente, no
podemos imponer a nadie, debemos tratar de encontrar una vía alternativa al método de establecer radios de
exclusión mínima y máxima.
El
área de exclusión depende fundamentalmente del área de deriva, la que a su vez
depende, entre otras cosas, del equipo de fumigación utilizado, de la dirección
e intensidad del viento en el momento de la fumigación, la altura desde donde se
fumiga, de las barreras naturales o artificiales existentes, etc. Y lo que
ocurre es que, por lo menos hasta el momento en que surgió el problema en la
localidad de Ituzaingo en la Pcia. De Córdoba (1) con condenas penales para el
dueño del campo, el dueño del avión y el piloto, el hecho es que, a juzgar por
lo ventilado en el juicio, ninguno de ellos habrían tomado seriamente en cuenta
para qué lado derivaría el agrotóxico, hasta dónde podía alcanzar y qué
perjuicios podía causar a la población afectada por la deriva.
Entendemos,
pues, que establecer arbitrariamente zonas fijas
de exclusión no es, precisamente, el método
más apropiado.
Nosotros
postulamos que las zonas de exclusión no sean fijadas arbitrariamente, sino que
debe tenerse en cuenta la preparación profesional y la responsabilidad del
fumigador. Y, subsidiariamente, la del dueño del campo. La operación de
fumigación debe ser definida por profesionales y monitoreada por las
autoridades locales. No se trata simplemente de tirar una brizna al aire y ver para
dónde va el viento y hasta donde llega la brizna.
Y
conviene tomar en cuenta que la decisión de hasta donde se puede fumigar no
debe depender de cuán tóxico sea el producto fumigado. Los productos que
respiramos siempre tienen efectos o beneficiosos, en el caso de medicamentos
recetados, o perniciosos en caso de productos tóxicos. Las regulaciones
sanitarias respecto de los agroquímicos establecen las dosis seguras de
exposición. Pero estas también son difíciles de calcular y de aplicar, ya que,
a su vez, dependen de una infinidad de circunstancias - empezando por que cada
individuo tiene una sensibilidad orgánica diferente a un mismo agente externo.
Y estos cálculos se complican por la inmensa variedad de agentes agroquímicos
disponibles y que, algunos de reciente desarrollo, no tienen todavía fijados
valores máximos de exposición admisible. Tengamos en cuenta, por ejemplo, los
herbicidas que, a partir del desarrollo de malezas resistentes o tolerantes al
glifosato, están todavía en fase de desarrollo e introducción al mercado.(2)
Evidentemente, los orgánicos planteamos
caminos muy diferentes para la agricultura. Nosotros sabemos que la Naturaleza
tiene la propiedad de reaccionar contra las agresiones desarrollando nuevas
condiciones que, a su vez, van a requerir más fuertes agresiones, y así ad infinito. La filosofía orgánica es
trabajar a favor de la Naturaleza, y jamás en contra de ella. Ir en contra de
la Naturaleza es, como pregona el dicho popular “escupir al cielo”.
Y en
esto no se trata de fantasías románticas de protección de las flores y las
mariposas: las flores y las mariposas son parte integrante de la matriz de la
naturaleza de este complicado y delicado navío en el que navegamos en el
universo y en el que, además de nosotros mismos, nuestros hijos van también a
viajar como polizontes.
Desde
el MAPO instamos enfáticamente a las autoridades nacionales, provinciales y
municipales a reconsiderar el tema de las fumigaciones con absoluta seriedad y
enfoque profesional, arbitrando entre los distintos intereses en juego y teniendo
como prioridad máxima la salud de la población y la de la Tierra.
(1) (http://bit.ly/1hq5dHn
); (http://bit.ly/159Gq7Y ); (http://bit.ly/16JXHb1); (http://bit.ly/1hq3nGi)
(2) (http://bit.ly/1bEsCnJ); (http://bit.ly/18XgFsT ); (bit.ly/GzwsmO); (http://bit.ly/18Xfjya
); (http://bit.ly/1bEvReK );(http://bit.ly/176oisi );
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FUMIGATIONS:
THE CONTROVERSY ABOUT EXCLUSION AREAS - Ing. Jorge Casale,
Editor dof www.allorganics21.blogspot.com
; member of the Board of the Argentine
Movement for Organic Production (MAPO); and member of the Organic Standards
Requirements Committee, IFOAM. October 17, 2013.
The controversies
about fumigation on rural settlements
have been recently grown. In several municipalities of Argentina there
have been proposed – and in certain cases have been established – exclusion
areas in which fumigations with agrochemicals have been prohibited in order to
protect the health of the populations. Those exclusion areas have been
generally and arbitrarily fixed according to the criteria of official
functionaries during discussions with interested parties, whether of the
industry and/or the population. Those
exclusión areas vary between 25 and 2,000 meters from the populated areas, also
depending of whether they are aerial or terrestrial fumigations.
The matter has a
long history of disagreements between conflicting interests. Obviously, a balace between the economic
costs of limiting production in the exclusion areas, on the one hand, and the
health of the popultion on the other must be reached. It is possible to
estímate the number of hectares that would remain “deprived of the use of
agrochemicals” for each 100 meters of extention of the radius of such areas. Of
course, this will depend of the perimeter of the populated area. But if we
consider a small town of some 100 blocks, and extend 100 meters the radius of
the non sprayable area, it is easy to see that there will be some 3,900
heactares of land “deprived of the use of agrochemicals”. On the other hand, if
we extend the radius of protection of such town to 2,000 meters, the area
deprived of fumigations would come to some 200,000 hectares. The economic
prejudice of such prohibition would be enormous and, naturally, producers
fiercly resist to accept it. It is logical that we all want to defend our
interests. But it is the ethics and responsibility of each of us what should
prevail at the time of discussing these conflicts reaching an aceptable
agreement. Obviously, to limit to 200 meters the exclusion area of aerial
fumigation is clearly insufficient. But to take it to 2,000 meters would be
economically impracticable.
Leaving
aside the organic principles that we clearly postulate but that we have no right
to impose on anybody, we must try to find an alternative method to establish the minimum and maximum exclusion
radius.
The
exclusion area depends fundamentally of the drift area that in turn it depends
of, among other things, the spray equipment used, the direction and intensity
of the wind at the time of spraying, the height from which it is being sprayed,
the existing natural or artificial barriers, etc. And it so happens that at
least at the moment in which the problem happened in the town of Ituzaingo,
prov. of Córdoba, Argentina, with criminal penalties for the pilot, the owner
of the plane and the owner of the sprayed land (1) the fact is that neither one
had taken seriously into account where the agrotoxic spray would drift to, up
to where would it reach and what problems it would cause to the population
affected by the drift.
The
author thus understand that to establish arbitrarily fixed exclusion areas is not, indeed, the most appropriate method.
He
postulates that the exclusion areas should not be arbitrarily fixed, but that
the professional preparation of the pilot in charge of spraying and his
responsibility, and alternatively those of the owner of the land as well, be
taken into account. The spraying operation should be defined in each case by
professionals and monitored by local authorities. In order to determine the
wind direction and strength it is not just a matter of throwing a blade of grass
into the air watching in which direction it flies and up to how far it goes.
And it must be realized that the decision of
the size of the area it is possible to spray should not depend on how toxic the
sprayed product is. Substances that we breath always have either beneficiary
effects in the case of a prescribed medicin, or harmful effects in the case of
toxic products. Sanitary regulations on agrotoxics establish safe exposition
dosis. But these are also difficult to establish since they depend on a great
number of circumstances – starting with each individual’s sensitivity to the
same external agent. And these estimates are complicated by the enormous amount
of agrochjemicals available, some of them very recently developed, that still
do not have maximum admissible exposition values determined. Let’s take into
account, for example, the many new herbicides that are still under development
after the recent appearance of super weeds resistant or tolerant to glyphosate.
(2)
Evidently, us
organics preconize very different methods for agriculture. We know that Nature
has the property of reacting against aggressions, developing new conditions
that, in time will require more aggressive agents, and so on and so forth.
Organic philosophy is to work flowing with Nature, and never against it. To go
against Nature is, as the popular saying goes, “spitting to the sky”.
And
these are no romantic fantasies of protection of flowers and butterflies:
flowers and butterflies are part of the matrix of this complicated vessel in
which we are navigating the Universe, and in which ourselves and our children are
navigating as stowaways.
From
MAPO we emphatically urge national, provincial and municipal authorities to
reconsider the fumigation matter with absoloute seriousness and professional
approach, arbitring between the different interests at stake, having as
absolute priority the health of the population and that of the Earth.
(1) (http://bit.ly/1hq5dHn
); (http://bit.ly/159Gq7Y ); (http://bit.ly/16JXHb1); (http://bit.ly/1hq3nGi)
(2) (http://bit.ly/1bEsCnJ); (http://bit.ly/18XgFsT ); (bit.ly/GzwsmO); (http://bit.ly/18Xfjya
); (http://bit.ly/1bEvReK );(http://bit.ly/176oisi );
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