PROTOCOLO DE NAGOYA: PUEBLOS Y AMBIENTE


PROTOCOLO DE NAGOYA DEBE TRABAJAR A NIVEL DE LAS BASES (de un artículo por Krystyna Swiderska, Fecha de publ. 3 julio 2012,en SciDev.Net Weekly Update (2 - 8 July 2012), SciDev.Net [info@scidev.net]; Jul. 9, 2012)   ENGLISH VERSION, BELOW


 Image: comunidadescampesinasdelperu.blogspot.com; wikipedia.org

Como lo mostró la reciente Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible (Río+20),  las negociaciones intergubernamentales en ambiente y desarrollo pueden ser procesos lentos a los que les falta ambición. Pero esto no es nuevo. Uno de los resultados de la primera Cumbre de la Tierra, realizada en Río en 1992, fue la Convención de la ONU sobre Diversidad Biológica. En su momento fue aclamada como uno de los principales pasos para promover la conservación y uso racional de los recursos de la Tierra.
Pero a los gobiernos les ha tomado 18 años establecer un sistema para alcanzar uno de sus tres principales objetivos: la participación justa y equitativa de los beneficios que se derivan del acceso a los recursos genéticos, por ejemplo cuando las empresas desarrollan medicinas comerciales a partir de plantas u otras formas de vida.
El resultado, acordado en Japón en 2010, fue el Protocolo de Nagoya jurídicamente vinculante sobre el acceso a los recursos genéticos y a la distribución de beneficios. Se espera que cuando entre en vigencia dentro de un año aproximadamente, creará nuevos incentivos para que los países protejan su capital natural al mismo tiempo que permitirá a las empresas desarrollar nuevos productos útiles a partir de recursos biológicos de una manera sostenible.
La implementación de este acuerdo será el próximo reto. Los protocolos de la comunidad y el consentimiento libre, previo e informado son herramientas poderosas para llevar a la práctica el Protocolo de Nagoya, vinculando objetivos económicos, sociales y ecológicos, al mismo tiempo que se apoya a las comunidades marginadas en la defensa de sus derechos a la tierra y a los recursos.
El Protocolo de Nagoya exige a los países que apoyen el desarrollo de los protocolos de la comunidad. Estos consisten en estatutos con normas y responsabilidades con los que las comunidades pueden establecer sus procedimientos de acceso y participación de beneficios, y sus derechos consuetudinarios, legalmente reconocidos, a los recursos naturales y la tierra.
En segundo lugar, exige que los países tomen medidas para garantizar que las comunidades puedan controlar el acceso a sus conocimientos tradicionales mediante un consentimiento libre, previo e informado. Esto significa que las comunidades deciden si permiten el uso de sus conocimientos o recursos genéticos y bajo qué términos.
En la reunión de esta semana del Comité Intergubernamental del Protocolo de Nagoya, los negociadores deben urgir a los gobiernos a reconocer el papel sustancial que los protocolos de la comunidad pueden cumplir a nivel local. Esto significaría incluir, en la legislación nacional, disposiciones para reconocer los derechos de las comunidades y disposiciones para el apoyo del gobierno de manera que las comunidades puedan desarrollar los protocolos necesarios. Los gobiernos deberían igualmente asegurar que la legislación que exija el consentimiento informado previo para el uso del conocimiento tradicional y la biodiversidad esté vigente y sea implementada en la práctica.
Río+20 fue un recordatorio de que mientras los políticos fallan, la verdadera acción y el liderazgo se da a nivel local. Para hacer que uno de los mejores resultados de la Cumbre de la Tierra original funcione en la práctica, los gobiernos necesitan hacer estos simples cambios para permitir que las comunidades apoyen y se beneficien de los objetivos de conservación comprometidos por sus estados desde hace 20 años.

(Krystyna Swiderska es investigadora principal del Instituto Internacional para el Ambiente y Desarrollo de Londres, Reino Unido. Se le puede escribir a: krystyna.swiderska@iied.org)

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MAKING THE NAGOYA PROTOCOL WORK AT THE COMMUNITY LEVEL (from an article by Krystyna Swiderska, publ.date: 3 July 2012, in SciDev.Net Weekly Update (2 - 8 July 2012), SciDev.Net [info@scidev.net]; Jul. 9, 2012)

 

 Image: comunidadescampesinasdelperu.blogspot.com; wikipedia.org
As the recent UN Conference on Sustainable Development (Rio+20) showed, intergovernmental negotiations on the environment and development can be slow processes that lack ambition. But that is nothing new.
One of the outcomes of the original Rio Earth Summit in 1992 was the UN Convention on Biological Diversity. It was hailed at the time as a major step in promoting the conservation and wise use of the Earth's living resources.
But it has taken 18 years for governments to establish a system for achieving one of its three goals: the fair and equitable sharing of benefits that arise from genetic resources, such as when companies develop commercial medicines from plants or other life-forms.
The result, agreed in Japan in 2010, was the legally-binding Nagoya Protocol on access to genetic resources and benefit-sharing. The hope is that when it enters into force in a year or so, it will create new incentives for countries to protect their natural capital while enabling businesses to develop useful new products from biological resources in a sustainable way.
Implementing this agreement will be the next challenge. Community protocols and free, prior informed consent can be powerful tools for putting the Nagoya Protocol into practice — linking economic, social and ecological objectives, while supporting marginalised communities as they defend their rights to land and resources. The Nagoya Protocol is mainly concerned with benefit-sharing between states. First, it requires countries to support the development of community protocols. These are charters of rules and responsibilities in which communities can set out their procedures for access and benefit-sharing, and their legally-recognised and customary rights to natural resources and land.
Second, it requires countries to take measures to ensure that communities can control access to their traditional knowledge by giving their free, prior informed consent. This means that communities decide whether to permit use of their knowledge or genetic resources, and on what terms.
At this week's meeting of the Inter-governmental Committee of the Nagoya Protocol, negotiators should urge governments to recognise the critical role that community protocols can play at a local level.
This would mean including, in national legislation, provisions to recognise the rights of communities, and provisions for government support so communities can develop the necessary protocols. Governments should also ensure that laws requiring prior informed consent for the use of traditional knowledge and biodiversity are in place, and implemented in practice.
Rio+20 was a reminder that while politicians falter, the real action and leadership comes at a local level. To make a major outcome of the original Earth Summit work in practice, governments need to make these simple changes to allow communities to support and benefit from the conservation objectives their states committed to 20 years ago.
Krystyna Swiderska is a senior researcher at the International Institute for Environment and Development in London, United Kingdom. Krystyna can be contacted at krystyna.swiderska@iied.org

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